sábado, 25 de septiembre de 2010

Carta a mi sobrina Ana

Querida Ana
                            El otro día que hacia tanto frio me acordé de  la tarde que fui a tu casa y estuviste un largo rato arrodillada lavando ropa en la bañadera. Te quedaron las manos enrojecidas y doloridas y me dijiste que necesitabas un lavarropas, aunque fuera usado, porque los chicos ensuciaban mucho, pero que ahora no lo podías comprar. Y también de lo mal que me sentí por no poder ofrecerte una ayuda concreta.
                             Antes de morir  tu vieja me pidió que no los dejara solos. Sin embargo cuando poco tiempo después repentinamente falleció tu padre,  vos te fuiste a vivir a Uruguay y Nico a Córdoba  con su novia y solo tuve noticias esporádicas de Uds.  Prácticamente perdimos contacto, más con vos que con tu hermano que cada tanto venía a Bs.As. y nos veíamos. Hasta el año pasado cuando me llamó tú amiga para decirme que estabas parando en su casa y que habías tenido un episodio de violencia con tu hijo.
                             Ahí me entere que habías tenido otro hijo,  que el mayor se había quedado en Uruguay con el padre y que un juez había decidido internar a Joaquín en un hogar transitorio hasta que ellos evaluaran que estabas en condiciones de hacerte cargo. Entonces después de largas charlas, de consultar con varios profesionales y pensarlo mucho,  tomaste la decisión de venirte  a vivir a Bs. As. para hacerte cargo de los chicos. Estando sola fue una decisión verdaderamente valiente. Desde entonces pudiste resolver el tema de la vivienda, la escuela de los chicos y tu trabajo para traer a Diego y que te devolvieran a Joaquín.
                             Sin embargo no puedo dejar de pensar en la fragilidad de tu situación económica y que puede pasar si en algún momento se te complican las cosas.  Me preocupa que te aísles de la familia, no solo de nosotros, también de tus otros tíos y primos, que sinceramente te queremos a vos y a tus hijos. Me alegraría mucho que llamaras y te vinieras un día a casa con los chicos.
                               Un beso, tú tío Ricardo. 
                                                              
                      

jueves, 23 de septiembre de 2010

Carta- Adriana

Querida Gloria:
                           Si ¡soy Adriana! Tu compañera de secundaria y colega.
Después de tanto tiempo pude saber tu dirección. Nos perdimos el rastro y como no suelo bajar los brazos fácilmente. . . me alegro de haberte encontrado.
                          Como olvidar los gratos momentos que pasamos en la escuela. Recordaba y me reía sola. Habían pasado pocos días del comienzo de  clases. Un día que amaneció con tormentas. Estábamos en formación para  despedir  a la bandera. Tenía mi paraguas cerrado y la situación me aburría. Se me ocurrió que hacer girar el paraguas por el mango era un excelente pasatiempo. El rector que daba vueltas en medio de las filas, justito doblo y se llevo un paraguaso de recuerdo, al mismo tiempo que se termino de recitar la oración, se oyeron carcajadas en el sector que vieron lo que había sucedido. Mientras que la otra parte de la formación, se dio vuelta por las risas que escuchaban sin entender lo que sucedía. Y el rector sumaba puntos en contra mío tomando una seria medida, amonestaciones apenas 20 días transcurridos de clase.
                           Vos estabas detrás de mí. Fue en ese instante que nos conocimos. Habías encontrado la compañera con la cual ibas a divertirte el resto de los años venideros.
                           Como me gustaría recibir unas líneas tuyas y saber si recordas esa época como unas de las etapas mas divertidas, así como también algún suceso de tantos que tenemos guardados en nuestros recuerdos de adolescentes.
                          Te extraño mucho. Un beso enorme.  ADRIANA

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Carta

21 de setiembre de 2010
Querido Amigo:

Sólo le pido a Dios lo mismo que Leon Gieco y que, por favor, leas esta carta aunque te llegue fuera de temporada. Supongo que no es mucho pedir.
Hace tiempo que no te escribo, creo que perdí la costumbre. Culpa de los dos, me imagino, pero mejor no hablar de culpas.
¿Reconocerás mi letra después de tantos años? No es la misma, seguro; antes le dedicaba más tiempo a estas cosas (tenía más tiempo). Me preocupaba porque mi letra fuera linda y clara, las “a” gorditas, las “ele” largas y las “ese” elegantes. Ahora no me fijo tanto en eso, escribo rápido y sin ganas; como que fui perdiendo la mano, creo yo. En fin, fijate y decime, contame si mi letra se parece a la que leíste en tantas otras cartas. ¡Y no me mientas! Nunca lo hiciste, no vas a empezar ahora...
No te escribo con la intención de manguearte nada, te lo juro. Ni siquiera para reclamarte algo, quedate tranquilo que no es eso. Siempre me cumpliste, a tu manera pero lo hiciste. No sé cómo, con tantos pedidos, con tantas cartas, seguro sin tiempo pero con muchas ganas, le buscaste la vuelta para cumplirme. Y cuando pienso en esto, la primera imagen que se me viene es la bici azul, la Aurorita, brillante, nueva, hermosa. Más linda que la de mi hermano que era igual pero verde. Azul era (es) más linda que verde. Ahora, grande, casi viejo, me doy cuenta de que jamás me compré un auto de color verde, azul sí pero verde nunca. ¿Tendrá algo que ver? Puede ser...
Medio año habíamos estado ahorrando con mi hermano lo que no gastábamos en los recreos, las chirolas que nos dieron por repartir volantes de la casa de colchones de la esquina de Avenida de Mayo y lo que juntamos vendiendo kilos y kilos de diarios viejos en la huevería de Azcuénaga y Alvear, para poder comprarnos las bicis. Pero estábamos tan lejos... Mamá no nos decía nada, ¿Qué nos iba a decir? ¿Que nos faltaba un vagón de guita? No, ella nos alentaba a seguir juntando monedas pero los dos sabíamos que no llegábamos ni a media Aurorita, así que te podés imaginar la sorpresa que nos llevamos, la alegría que sentimos cuando a las doce y un minuto entramos al living de la casa de la abuela y ahí estaban las dos bicicletas.
Cómo me cuesta, che. Antes agarraba el papel, la lapicera y en cinco minutos te escribía una carta. Ahora no, doy vueltas, pongo palabras y no digo lo que tengo que decir. Debería ser más fácil... Ahí voy de nuevo:
Te escribo para escribirte, así de simple, porque te extraño, extraño esto de escribirte, de contarte cosas y de hablarte de mis sueños. Extraño esa felicidad que sentía cuando terminaba de colocar el último punto de tinta azul mediano en cada una de mis cartas; la esperanza con que esperaba tu visita cada Nochebuena; la ilusión de haberte visto doblar por la esquina rumbo a otras casas; la emoción de abrir mi regalo (tu regalo) y saber que habías leído mi carta. Por todo eso te escribo, que no es poco. Y aprovecho para decirte que este diciembre cuando recibas una nueva carta mía, donde seguramente te contaré otras cosas y te pediré un regalo, quisiera que entiendas que el regalo no es lo importante (te voy a pedir una pavada, te lo juro), sólo me interesará saber si leíste mi carta; eso será más que suficiente para mí.
No te olvides, soy Pablo, Pablito (así firmaba). El mismo que te pidió la bici, aquel juego de espionaje, el microscopio, los patines naranja y el equipo de Vélez. Todo llegó muy bien. Gracias.

            Pablo

carta a mi hermana julia


     Todos estaban a la espera de mi aprobación, pero vos estabas particularmente ansiosa en que viera el arreglo. Ese arreglo que supuestamente avían echo los duendes a mi auto rojo de juguete. Rompí en barios pedazos el papel madera que envolvía el  auto, desparramando bollos en el piso. Mi desaprobación fue instantánea. Cada critica que mi boca escupía, fijaba mas tu mirada en esa tasa de leche humeante. La sonrisa de tu cara desapareció y en su lugar aparecieron un par de labios apretados. Abandonaste la cocina pisando los bollos de papel  y dejando esa tasa huemante casi sin empezar
     Luego supe q los duendes no hicieron el arreglo, sino que vos te quedaste hasta las 3 de la noche para arreglar ese auto por el cual yo avía llorado.
     En ese momento mi metida de pata provoco un desencuentro. Ahora la distancia es la que causa el desencuentro. supongo que por eso esta aneadota molesta mas ahora. Espero poder verte pronto, hasta entonces hermana te mando muchos saludos desde acá
Hasta pronto
                                                           
                                                                                                                           Emiliano

martes, 21 de septiembre de 2010

Carta a un joven escritor (I) de Arturo Pérez Reverte

Quería compartir un fragmento de Arturo Pérez Reverte, en el que da una serie de consejos para escritores jóvenes. Abajo de todo les dejo el link para que puedan leerlo todo completo. Vale la pena tenerlo en cuenta, aún cuando no tengan en mente ser escritores profesionales.

“Vaya por delante que no hay palabras mágicas. No hay truco que abra los escaparates de las librerías. Nada garantiza ver el fruto de tu esfuerzo, esa pasión donde te dejas la piel y la sangre, publicado algún día. Este mundo es así, y tales son las reglas. No hay otra receta que leer, escribir, corregir, tirar folios a la papelera y dedicarle horas, días, meses y años de trabajo duro -Oriana Fallacci me dijo en una ocasión que escribir mata más que las bombas-, sin que tampoco eso garantice nada. [...] Lo que distingue a un novelista es una mirada propia hacia el mundo y algo que contar sobre ello, así que procura vivir antes. No sólo en los libros o en la barra de un bar, sino afuera, en la vida. Espera a que ésta te deje huellas y cicatrices.[...]”

Texto extraído de Carta a un joven escritor (I) | Web oficial de Arturo Pérez-Reverte

Saludos!

Para quien le interese la idea...

Hola gente, se me ocurrió esto que a lo mejor es más práctico para administrar las entradas por autor: quienes ya tengan cuenta en Gmail (o ya tengan un blog en Blogger) pueden darse de alta como co-autores del blog del Taller. El procedimiento es sencillo, sólo tienen que logearse con la cuenta "general" (esa que nos anotaron ayer en el pizarrón), ir al Escritorio, ahí al lado de "Nueva Entrada" hay varios links, uno de ellos dice Configuración, hacemos click ahí, y en esa nueva pantalla vamos a ir a la última pestaña que se llama Permisos. En la caja donde dice "invitar participantes" escribimos nuestro mail y hacemos click en Invitar. Una vez que aparece nuestro mail en la lista de invitaciones, salimos de la cuenta del taller y entramos a nuestra casilla de Gmail. Vamos a ver que nos llegó un mail con la invitación, hacemos click en el link que aparece y nos lleva otra vez al blog del Taller. Ahora sí nos logeamos con nuestra cuenta de Gmail, elegimos un nombre de usuario para firmar las entradas, y ya está.
Esto es sólo para los que quieren, quienes no lo deseen pueden seguir logeándose tranquilamente con la cuenta general.
Un saludo y espero que la propuesta tenga quórum :-)

Alejandra

lunes, 20 de septiembre de 2010

Carta para mi abuela Mabel

Querida abuela:

Al terminar de cenar, con la panza llena y el corazón contento, me brota una modorra insuperable.Estuve pensando en las causas y descubrí que estás involucrada.

Entre miradas cómplices, mientras mi mamá juntaba la mesa, e improvisando algún toque de percusión en tu falda, me invitabas a sentarme upa tuyo. Era el espacio exacto para un pequeño trasero, e indudablemente se trataba del mío. Así daba comienzo el ritual post-cena: "la hora de los mimitos". No hacía falta que empujaras la silla hacia atrás con tus anchas caderas que yo estaba allí, ansiosa, a tu lado, para que me contuvieras cual niña caprichosa. Tus brazos, artesanos de sueños alegres, me enredaban cálidamente y no permitian a nadie más entrometerse. Excepto a la voz de mi mamá cuando decía "¡Hora de ir a la cama!", y el ritual se daba por finalizado. Con un abrazo de esos que duran más por ser los últimos, y un beso con restos de labial del día, me deseabas dulces sueños, agregando ángeles y santos en ellos.

Hoy con unos añitos más, me acostumbré a hacer un ratito de sobremesa, esperando hacer la digestión aconsejada. Pero no puedo evitar que la fiaca me pida al oído volver a sentarme en tu falda, aunque mi trasero ya no conserve aquella dimensión.

Te extraño abu, sobre todo después de cenar. Por eso te espero por Buenos Aires, para que me mimes un poco más.

Emi

domingo, 19 de septiembre de 2010

Carta para Mabel

Querida Mabel:
Querida amiga, se que está carta no tiene destinatario real, tal vez si existiera la máquina del tiempo o algún mecanismo todavía no inventado para superponer los espacios presentes con los pasados o tal vez por una simple necesidad de hacerlo sin que nadie la lea igualmente la escribiría. Si hoy me preguntaran si los ángeles existen, yo, desde mi profunda racionalidad de las cosas, diría que sí, que yo conocí a uno, que fue mi amiga, mi hermana del alma como a vos te gustaba presentarme.
Por eso te pienso como un ángel, impensadamente generosa y agradecida con lo que la vida te ofrecía. Ese cumpleaños nos divertimos muchísimo, Éramos un montón convocados solo por compartir algo con vos, para ver si nos contagiábamos de ese optimismo de esas esperanzas, de esa fuerza por la lucha. Comimos cosas muy ricas y bailamos toda la noche, pero lo más sorprendente fue que cuando llegamos vos nos esperabas con un regalo para cada uno de los que habíamos ido, porque eras vos la que agradecía y festejabas la presencia de cada uno de nosotros. Regalo que aún guardo y atesoro como el más querido.
Sos mi hermana del alma, estuviste en el momento más duro de mi vida, que ahora cuando ya pasó pienso que también lo era para vos y sin embargo dejabas a un lado lo tuyo para jugarte por lo mío. Recuerdo el día que convaleciente desperté y sostenías mi mano y me mostrabas la nueva peluca rubia que te habías puesto para la ocasión, dándole a eso, que para algunos era un drama, tu toque de coquetería y de humor.
Que difícil que resulta pensarte conjugando los verbos en pasado, vos que eras defensora a ultranza del presente sabiendo que se te escurría lentamente por todas partes y que sin embargo lo vivías con una alegría incomprensible para todos los que lo sabíamos.
En este presente me siento con una alegría inmensa por los hermoso de los momentos compartidos aunque a veces la nostalgia me juega una mala pasada cuando paso por plaza Italia y espero a veces verte cruzar corriendo Santa Fe o parada en la esquina buscando un taxi, o simplemente paseando tu perro del brazo de tu hija.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Dos cartas (por Alejandra)

Bueno... parece que no hay más valientes que quieran publicar, así que ahí voy yo. Son dos cartas, una creo que ya se las leí en clases y la otra la elaboré hace un par de días, haciendo la revisión de la primera. La primera está escrita con la intención de hacer reír, la segunda es un poco más sentimental. Las dos hablan del mismo tema, la amistad entre el hombre y la mujer. Considerando que no creo que exista tal cosa, la literatura me da revancha y puedo hacer que historias o situaciones (para bien o para mal) sucedan. Como estas dos:

Primera carta
Gustavo,
Seguramente leíste mi nombre en el remitente y dijiste “y esta quién corno será”. No soy promotora ni te voy a convencer de comprar nada, por ese lado te podés quedar tranquilo. A lo mejor te sonó familiar el nombre en el remitente, a lo mejor no. Bueno, en caso de que no, quisiera que te remontes hacia 1982, en la escuela Nº 86, donde cursamos quinto, sexto y séptimo grado. Nos sentábamos en el mismo banco. Mi apellido era el tercero de la lista, justo después del tuyo.
¡Ah! Tal vez ahora sí te acuerdes de esa nena petisa y feucha, con la que compartías el banco, el manual (porque el tuyo era muy viejito, heredado de tu hermano, y le faltaban algunas hojas) y también una considerable cantidad de golosinas, chismes, trabajos en grupo y tareas. ¿Te acordás que en el grupo siempre éramos los encargados de hacer los mapas y dibujos porque éramos los que mejor dibujaban? ¿Y te acordás de aquel concurso de dibujo, que al final gané yo con una acuarela de la Fragata Sarmiento? Me acuerdo que me dijiste bajito, como con despecho “te felicito che, te quedó muy lindo”. Pero en el fondo no estabas contento. Yo me di cuenta, y por eso te regalé mis lápices, esos que tanto te gustaban y siempre me pedías prestados. Al hacerlo, sentí como vértigo, unas cosquillas raras en la panza que no había sentido nunca en mi vida. Me di cuenta que era amor, amor infantil, como un tierno capullo de amapola de primavera. Nadie se enteró de esto, porque las gastadas hubiesen sido crueles para los dos. Además vos, con tu flequillo a lo Balá, tu voz de pito y tu apodo de “mariquita” porque no te gustaba jugar a las trompadas como el resto de los varones...
Confieso ahora que no te lo dije en aquel entonces, porque tenía miedo que me rechazaras y terminásemos con esa amistad. Pero también porque esperaba que las cosas cambiaran con el tiempo y que tal vez, luego de unos años, me vieras con otros ojos. Pero eso no sucedió. Terminado el séptimo, cada cual fue a colegios secundarios distintos. La vida siguió su curso, y nunca más nos volvimos a ver.
Y confieso que me salió decirte esto después de treinta años porque en pocas semanas estaré haciendo pie en Londres, donde voy a vivir un largo tiempo. Quería cerrar algunos asuntos antes de dejar mi Buenos Aires querido. Bueno, creo que este ya está. No sé si a vos te cambia algo, pero a mí me saca un peso de encima. Liberar este secreto de tantos años marca un antes y un después. Tal vez te rías, tal vez lo pienses, tal vez te emociones o probablemente me mandes a la mierda. O no. O tal vez quieras escribirme y contarme sobre tu vida, tu trabajo, tu familia, o cualquier otra cosa que quieras, como en aquellos días que te sentabas al lado mío.
Te deseo una vida feliz, porque los buenos amigos siempre se desean lo mejor.

Alejandra

PD: El mundo es un pañuelo y la casualidad es muy puta. Así que si un día nos cruzamos, sea en el lugar que sea, no importan los motivos o las circunstancias... ¡VOS NO DIGAS NADA!


Segunda carta
José,
Me acordé de ese poema que escribí hace tantos años “Tu nombre reverbera en el aire que respiro” porque podría describir perfectamente, aquí y ahora, todo aquello que pasa por mi mente cuando salgo a la calle. Subo al subte en la estación San José, cruzo por la verdulería Don José, la zapatillería José, el kiosco Josecito, un grafitti escrito en una pared con letra enorme nombrando a un José nosecuántos...
Es increíble que casi toda la ciudad, con su enormidad, pueda traerme tu nombre a mi memoria a cada rato, en cualquier momento del día, empeñada quizás en hacerme pensar en vos ante la primera ocasión. Que me acuerde de no olvidarte. Como si no fuera suficiente que guarde en la última hoja de mi agenda esa foto donde estamos vos y yo, esa tarde que pasamos allá en Ezeiza. Estamos tan contentos y espontáneos, tirados en el pasto mirando para arriba, que parecíamos John y Yoko. Vos insististe en sacar la foto perfecta y, o te temblaba el pulso, o no encontrabas el botón, o se te movía el brazo. Y salieron como veinte fotos, una más espantosa que la otra. Después de verlas y reírnos las borramos a todas menos a esa, que mas o menos salió bien. Te la adjunto a esta carta (en papel fotográfico de alta calidad, como verás no escatimé en gastos), viendo que seguís tan cabezadura como reticente a la tecnología como para no tener una casilla de email siquiera. Te conozco bien, a pesar del tiempo que no nos vemos, y sé que te fascina ese toque personal que tienen las cartas reales, de puño y letra.
Te adjunto también una foto mía con el peluche del Pepé L’Amour que me mandaste hace dos meses y que tanto me habías prometido, para que veas que llegó a destino y está en buenas manos. ¿Te cuento algo? Nadie me cree que seamos ex novios y aún así sigamos siendo buenos amigos. No sé por qué  piensan que sí o sí las cosas tienen que terminar a las patadas entre dos personas que se quieren bien. En fin, allá ellos.
Besos a tu mamá, y a tu hermana postiza decile que no se haga la estrella y me salude alguna vez en Facebook.

Tu amiga,

Alejandra

Gente, espero sus críticas :-)

Saludos y buen finde
Alejandra (@_aleare)

martes, 14 de septiembre de 2010

Postales de Borges a Estela Canto

(extractadas de Como se escribe la carta de amor. Selección e introducciones. Edgardo Russo y Diego D’Onofrio. Buenos Aires, El Ateneo, 1995)


Lunes 5.

I miss you unceasingly. Descubrir juntos una ciudad, sería, como dices, bastante mágico. Felizmente otra ciudad nos queda: nuestra limitada, cambiante, desconocida e inagotable Buenos Aires. (Quizá la descripción más fiel a Buenos Aires la da, sin saberlo, De Quincey, en unas páginas tituladas The Nation of London.) Además, cuando descubríamos Adrogué, nos descubríamos realmente a nosotros mismos: el descubrimiento de caminos, quintas y plazas era una especie de metáfora ilustrativa, de pequeña acción paralela.

No te he agradecido aún la alegría que tu carta me dio. Esta semana concluiré el borrador de la historia que me gustaría dedicarte: la de un lugar (en la calle Brasil) donde están todos los lugares del mundo. Tengo otro objeto semimágico para ti, una especie de calidoscopio.

Afectos a los Bioy, a Wilcock. Deseo que pases en Mar del Plata una temporada feliz y (me dirás que esto es incoherente) que vuelvas pronto.

Yours, ever.

Georgie.


Lunes diecinueve.

Una vasta gratitud por tu carta.  A lo largo de las tardes el cuento del lugar que es todos los otros avanza, pero no se acerca a su fin, porque se subdivide como la pista de la tortuga. (Alguna noche hablamos de eso, ya que es uno de mis dos o tres temas.) Me gustaría mucho que me ayudaras para algún detalle preciso que es indispensable y que no descubro. Catorce páginas he agotado ya, con mi letra de enano.

No sé qué le ocurre a Buenos Aires. No hace otra cosa que aludirte, infinitamente. Corrientes, Lavalle, San Telmo, la entrada del subterráneo (donde espero esperarte una tarde; donde lo diré con más timidez, espero esperar esperarte) te recuerdan con dedicación especial. En Contrapunto, Sábato ha publicado un artículo muy generoso y lúcido sobre el cuento La muerte y la brújula, que alguna vez te agradó. Se titula La geometrización de la novela. Sospecho que no tiene razón.

¿Qué escribes, qué planeas, Estela? Tuyo con impaciencia y afecto,

Georgie.
Thursday, about five.

I am in Buenos Aires. I shall see you tonight. I shall see you tomorrow, I know we will be happy together  (happy and drifting and sometimes speechless and most gloriously silly), and already I feel the bodily pang of being separated from you, turn asunder from you, by rivers, by cities, by tufts of grass, by circumstances, by days and nights.

These are, I promise, the last lines I shall allow myself in this strain: I shall abound no longer in self pity. Dear love, I love you: I wish you all happiness; a vast and complex and close woven future of happiness lies ahead of us. I am writing like some horrible prose poet: I don’t dare to reread this regrettable postcard. Estela, Estela Canto, when you read this I shall be finishing the story I promised you; the first of a long series. Yours,

Georgie.

(Sin fecha.)

Querría agradecer infinitamente el regalo de anoche. Anoche dormí con el pensamiento de que me habías llamado y esta mañana fue lo primero que supe al despertar. (¿Tendré que repetirte que si no te avisé mi partida de Buenos Aires lo hice por cortesía o temor, por triste convicción de que yo no era para ti, esencialmente, más que una incomodidad o un deber?)

Hay formas del destino que se repiten, hay circling patterns; ahora se da esta: de nuevo estoy en Mar del plata deseándote. Pero esta vez yo sé que en el porvenir —¿cercano, inmediato?— ya está la noche o la mañana que con plenitud será nuestra. Estela querida…

Afectos de los Bioy, saludos a tu mamá. No me olvides por mucho tiempo.

Georgie.

Miércoles cuatro.

Estela adorada:

Indigno de las tardes y de las mañanas, hateful to myself, indigno de los días incomparables que he pasado contigo, indigno de los lindísimos lugares que veo (el hervidero, el Uruguay, las cuchillas con algún jinete, las quintas), paso días de pena, de incertidumbre. No he recibido una línea tuya: Pienso en algún inverosímil  contratiempo postal: no sé con que inflexión escribirte, no sé quién soy ahora para ti.  Vanamente procuro conciliar tu cariño y tu cortesía de ayer con tu silencio de hoy. No te pido explicaciones, te pido un signo de que aún existo para ti, de algún modo. El viernes estaré en Buenos Aires. ¿Habré de repetirte que te quiero y que podemos ser muy felices? Estela, no me dejes así.

Tuyo, muy solo,

Georgie.

He concluido, bien o mal, tu cuento.



Wednesday morning.

Querida Estela:

No hay ninguna razón para que dejemos de ser amigos. Te debo las mejores y quizá las peores horas de mi vida, y eso es un vínculo que no puede romperse. Además, te quiero mucho. En cuanto a lo demás…Me repites que puedo contar contigo. Si ello fuera obra de tu amor, sería mucho; si es un efecto de tu cortesía o de tu piedad, I can’t decently accept it. Living or even saving a human being is a full time job and it can hardly, I think, be succesfully undertaken at odd moments. Pero… ¿a qué traficar en reproches, que son mercancía del Infierno? Estela, Estela, quiero estar silenciosamente contigo. Ojalá no faltes hoy en Constitución.

*Si es un efecto de tu cortesía o de tu piedad, no puedo decentemente aceptarlo. Amar o incluso salvar a un ser humano es un trabajo de tiempo completo, y no puede ser, creo, exitosamente desarrollado en momentos perdidos.

Vayan subiendo sus textos

Con la clave de usuario que les dio Nacho ayer, empicen a subir sus textos y a comentar los de los otros. Recuerden firmar sus textos y otra cosa más: en el espacio etiquetas (debajo, a la derecha) vuelvan a poner su apellido y el tipo de texto separados por comas. Por ejemplo: Adúriz, Carta. Eso va a permitir encontrar rápido las cosas.

Voy a subir las postales de Borges, así el blog tiene algo más de movimiento.

Sebastián.