martes, 7 de diciembre de 2010

"Vivan las diferencias" (tema y título trilladísimos, pero sirva para analizar la estructura...)

Es sabido que hombres y mujeres tienen grandes diferencias, a menudo irreconciliables. Pero esto no tiene por qué ser malo. Por el contrario, algunas veces deberíamos dar gracias a la naturaleza por semejantes opuestas formas de pensar y de hacer. En este caso, nos ocuparemos de destacar algunas de esas diferencias y encontrar lo bueno de cada una de ellas.
Por ejemplo, la preparación de la comida. Un hombre no puede “hacerla simple”: si va a cocinar, preparate para que la cocina quede hecha un desastre y no quede una sola olla sin usar. En un día normal, el hombre no hará simplemente un bife con puré. Si él cocina, se va a mandar una salsa con catorce verduras y condimentos distintos, va a preparar una picada para el vermouth (¿cuándo hiciste vos vermouth antes de comer?) y, de guarnición, va a elaborar unas cebollitas glaseadas o cualquier otra cosa complicada y exquisita que alguna vez aprendió a hacer. Vos te vas a preguntar de dónde consiguió tantas cosas y, sobre todo, cómo vas a hacer para recuperar el espacio después del caos que quedó. Lo bueno: no podrán preparar una simple merienda para los chicos, pero pueden organizar perfectamente un asado para veinte.
Las compras del súper: una vez escuché en la tele que, a la hora de comprar, el hombre “caza”, y la mujer “recolecta”. Y la verdad es que es bastante así: el hombre va derechito a las góndolas buscando exactamente lo que necesita. Nosotras no, nosotras recorremos todo buscando ofertas y mirando cada cosa para no omitir ni perdernos ninguna. Lo bueno: si bien se desaprovechan muchas oportunidades (porque no recorren el súper y no las ven), al menos son rápidos, no se cuelgan comprando pavadas como nosotras (¡porque no las ven!), te traen todo lo de la lista (aunque siempre se equivocan de tipos de producto o de marca) y, lo mejor, ¡son fuertes como para hacerse cargo de las botellas y demás cosas pesadísimas para nosotras!
En cuanto a la ropa, los hombres la compran como los productos del súper: bueno y poco. Nosotras compramos más barato y mucho. Cuando el hombre sale a comprar, como buen cazador, va a la casa de una marca que le gusta y le queda bien, se prueba dos pantalones y compra uno de ésos. Nosotras recorremos todas las vidrieras de Buenos Aires buscando cosas que alguna vez necesitaremos, aprovechamos todas las ofertas y adquirimos, la verdad, mucha ropa al pedo. Lo bueno: que nosotras compramos más pero a mejor precio, ellos menos pero más caro. Si nosotras compráramos pocas cosas, seríamos infelices, si ellos compraran tanto como nosotras, no habría lugar en el ropero y esto generaría ciertas discusiones.
Pero si de hablar o no hablar se trata, las diferencias no se quedan atrás. Cuando llegan a la noche del trabajo y nos encontramos con ellos, nosotras tenemos mucho que decir: hay contar todas las novedades del día, qué personas llamaron a casa y por qué, un problema que surgió en el trabajo, más todas las novedades de los chicos: si uno hizo un gol en el recreo o si al otro le tomó la de historia pero el nene igual zafó. Los hombres, en cambio, sólo piensan que salieron por fin del trabajo. Quieren llegar a casa, tomar algo, sacarse los zapatos, echarse en la cama y mirar televisión. Que no los jodan, ya hablaron e hicieron suficiente por hoy. Lo bueno: a veces puede no ser tan bueno, porque a ella le sobran las palabras que él no quiere oír en ese momento, pero ella aprende a moderar un poco la “perorata mujeril” y él aprende que igualmente es bueno estar al tanto de las pequeñas cosas que pasaron en la casa durante el día.
Finalmente, y no porque esto agote el tema sino por moderar la longitud del relato, está el tema de la apariencia física. Las mujeres somos más lindas, los hombres son más… hombres. ¿Es posible equiparar la noción de belleza con la mujer? Probablemente sí, ya que la mujer persigue la belleza en todo a su alrededor, y no es extraño que la busque también en su persona. Ya lo dijo Martha Stewart, ejemplo femenino que ha creado una marca entorno a su negocio de estilo de vida y cocina: “la mujer debe rodearse a sí misma de cosas hermosas”. Lo bueno: nosotras podemos relajarnos al ver que ellos no se ocupan tanto de su apariencia, y si un día no nos arreglamos, no pasa nada. Y ellos, ¡pueden disfrutar de nuestra belleza!

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