miércoles, 22 de septiembre de 2010

Carta

21 de setiembre de 2010
Querido Amigo:

Sólo le pido a Dios lo mismo que Leon Gieco y que, por favor, leas esta carta aunque te llegue fuera de temporada. Supongo que no es mucho pedir.
Hace tiempo que no te escribo, creo que perdí la costumbre. Culpa de los dos, me imagino, pero mejor no hablar de culpas.
¿Reconocerás mi letra después de tantos años? No es la misma, seguro; antes le dedicaba más tiempo a estas cosas (tenía más tiempo). Me preocupaba porque mi letra fuera linda y clara, las “a” gorditas, las “ele” largas y las “ese” elegantes. Ahora no me fijo tanto en eso, escribo rápido y sin ganas; como que fui perdiendo la mano, creo yo. En fin, fijate y decime, contame si mi letra se parece a la que leíste en tantas otras cartas. ¡Y no me mientas! Nunca lo hiciste, no vas a empezar ahora...
No te escribo con la intención de manguearte nada, te lo juro. Ni siquiera para reclamarte algo, quedate tranquilo que no es eso. Siempre me cumpliste, a tu manera pero lo hiciste. No sé cómo, con tantos pedidos, con tantas cartas, seguro sin tiempo pero con muchas ganas, le buscaste la vuelta para cumplirme. Y cuando pienso en esto, la primera imagen que se me viene es la bici azul, la Aurorita, brillante, nueva, hermosa. Más linda que la de mi hermano que era igual pero verde. Azul era (es) más linda que verde. Ahora, grande, casi viejo, me doy cuenta de que jamás me compré un auto de color verde, azul sí pero verde nunca. ¿Tendrá algo que ver? Puede ser...
Medio año habíamos estado ahorrando con mi hermano lo que no gastábamos en los recreos, las chirolas que nos dieron por repartir volantes de la casa de colchones de la esquina de Avenida de Mayo y lo que juntamos vendiendo kilos y kilos de diarios viejos en la huevería de Azcuénaga y Alvear, para poder comprarnos las bicis. Pero estábamos tan lejos... Mamá no nos decía nada, ¿Qué nos iba a decir? ¿Que nos faltaba un vagón de guita? No, ella nos alentaba a seguir juntando monedas pero los dos sabíamos que no llegábamos ni a media Aurorita, así que te podés imaginar la sorpresa que nos llevamos, la alegría que sentimos cuando a las doce y un minuto entramos al living de la casa de la abuela y ahí estaban las dos bicicletas.
Cómo me cuesta, che. Antes agarraba el papel, la lapicera y en cinco minutos te escribía una carta. Ahora no, doy vueltas, pongo palabras y no digo lo que tengo que decir. Debería ser más fácil... Ahí voy de nuevo:
Te escribo para escribirte, así de simple, porque te extraño, extraño esto de escribirte, de contarte cosas y de hablarte de mis sueños. Extraño esa felicidad que sentía cuando terminaba de colocar el último punto de tinta azul mediano en cada una de mis cartas; la esperanza con que esperaba tu visita cada Nochebuena; la ilusión de haberte visto doblar por la esquina rumbo a otras casas; la emoción de abrir mi regalo (tu regalo) y saber que habías leído mi carta. Por todo eso te escribo, que no es poco. Y aprovecho para decirte que este diciembre cuando recibas una nueva carta mía, donde seguramente te contaré otras cosas y te pediré un regalo, quisiera que entiendas que el regalo no es lo importante (te voy a pedir una pavada, te lo juro), sólo me interesará saber si leíste mi carta; eso será más que suficiente para mí.
No te olvides, soy Pablo, Pablito (así firmaba). El mismo que te pidió la bici, aquel juego de espionaje, el microscopio, los patines naranja y el equipo de Vélez. Todo llegó muy bien. Gracias.

            Pablo

3 comentarios:

  1. "....Y aprovecho para decirte que este diciembre cuando recibas una nueva carta mía, donde seguramente te cuente otras cosas y te pida un regalo, me gustaría que entiendas que el regalo no me importa (te voy a pedir una pavada, te lo juro), que lo que quiero, es saber si leíste mi carta; eso es más que suficiente para mí...." Sobre este párrafo de tu carta. No se si el comentario es correcto sobre la redacción, solo que se me confundieron los tiempos sobre los cuales está escrita la carta.
    Por lo demás me pareció una linda carta, muy agradable la lectura y en la parte inicial te atrapa en saber a quién le estabas escribiendo.
    Al margen de la redacción el lugar de la colchonería es Ramos Mejia?

    Adriana Nigro

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  2. Gracias Adriana. Ahora que lo mencionás me parece que hay algo equivocado. Lo voy a revisar.
    Acertaste: ¡La colchonería estaba en Ramos Mejía!

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  3. Adriana, le acabo de corregir la parte que me mencionabas. Creo que está mas clara ahora.

    Gracias

    P.

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