martes, 14 de septiembre de 2010

Postales de Borges a Estela Canto

(extractadas de Como se escribe la carta de amor. Selección e introducciones. Edgardo Russo y Diego D’Onofrio. Buenos Aires, El Ateneo, 1995)


Lunes 5.

I miss you unceasingly. Descubrir juntos una ciudad, sería, como dices, bastante mágico. Felizmente otra ciudad nos queda: nuestra limitada, cambiante, desconocida e inagotable Buenos Aires. (Quizá la descripción más fiel a Buenos Aires la da, sin saberlo, De Quincey, en unas páginas tituladas The Nation of London.) Además, cuando descubríamos Adrogué, nos descubríamos realmente a nosotros mismos: el descubrimiento de caminos, quintas y plazas era una especie de metáfora ilustrativa, de pequeña acción paralela.

No te he agradecido aún la alegría que tu carta me dio. Esta semana concluiré el borrador de la historia que me gustaría dedicarte: la de un lugar (en la calle Brasil) donde están todos los lugares del mundo. Tengo otro objeto semimágico para ti, una especie de calidoscopio.

Afectos a los Bioy, a Wilcock. Deseo que pases en Mar del Plata una temporada feliz y (me dirás que esto es incoherente) que vuelvas pronto.

Yours, ever.

Georgie.


Lunes diecinueve.

Una vasta gratitud por tu carta.  A lo largo de las tardes el cuento del lugar que es todos los otros avanza, pero no se acerca a su fin, porque se subdivide como la pista de la tortuga. (Alguna noche hablamos de eso, ya que es uno de mis dos o tres temas.) Me gustaría mucho que me ayudaras para algún detalle preciso que es indispensable y que no descubro. Catorce páginas he agotado ya, con mi letra de enano.

No sé qué le ocurre a Buenos Aires. No hace otra cosa que aludirte, infinitamente. Corrientes, Lavalle, San Telmo, la entrada del subterráneo (donde espero esperarte una tarde; donde lo diré con más timidez, espero esperar esperarte) te recuerdan con dedicación especial. En Contrapunto, Sábato ha publicado un artículo muy generoso y lúcido sobre el cuento La muerte y la brújula, que alguna vez te agradó. Se titula La geometrización de la novela. Sospecho que no tiene razón.

¿Qué escribes, qué planeas, Estela? Tuyo con impaciencia y afecto,

Georgie.
Thursday, about five.

I am in Buenos Aires. I shall see you tonight. I shall see you tomorrow, I know we will be happy together  (happy and drifting and sometimes speechless and most gloriously silly), and already I feel the bodily pang of being separated from you, turn asunder from you, by rivers, by cities, by tufts of grass, by circumstances, by days and nights.

These are, I promise, the last lines I shall allow myself in this strain: I shall abound no longer in self pity. Dear love, I love you: I wish you all happiness; a vast and complex and close woven future of happiness lies ahead of us. I am writing like some horrible prose poet: I don’t dare to reread this regrettable postcard. Estela, Estela Canto, when you read this I shall be finishing the story I promised you; the first of a long series. Yours,

Georgie.

(Sin fecha.)

Querría agradecer infinitamente el regalo de anoche. Anoche dormí con el pensamiento de que me habías llamado y esta mañana fue lo primero que supe al despertar. (¿Tendré que repetirte que si no te avisé mi partida de Buenos Aires lo hice por cortesía o temor, por triste convicción de que yo no era para ti, esencialmente, más que una incomodidad o un deber?)

Hay formas del destino que se repiten, hay circling patterns; ahora se da esta: de nuevo estoy en Mar del plata deseándote. Pero esta vez yo sé que en el porvenir —¿cercano, inmediato?— ya está la noche o la mañana que con plenitud será nuestra. Estela querida…

Afectos de los Bioy, saludos a tu mamá. No me olvides por mucho tiempo.

Georgie.

Miércoles cuatro.

Estela adorada:

Indigno de las tardes y de las mañanas, hateful to myself, indigno de los días incomparables que he pasado contigo, indigno de los lindísimos lugares que veo (el hervidero, el Uruguay, las cuchillas con algún jinete, las quintas), paso días de pena, de incertidumbre. No he recibido una línea tuya: Pienso en algún inverosímil  contratiempo postal: no sé con que inflexión escribirte, no sé quién soy ahora para ti.  Vanamente procuro conciliar tu cariño y tu cortesía de ayer con tu silencio de hoy. No te pido explicaciones, te pido un signo de que aún existo para ti, de algún modo. El viernes estaré en Buenos Aires. ¿Habré de repetirte que te quiero y que podemos ser muy felices? Estela, no me dejes así.

Tuyo, muy solo,

Georgie.

He concluido, bien o mal, tu cuento.



Wednesday morning.

Querida Estela:

No hay ninguna razón para que dejemos de ser amigos. Te debo las mejores y quizá las peores horas de mi vida, y eso es un vínculo que no puede romperse. Además, te quiero mucho. En cuanto a lo demás…Me repites que puedo contar contigo. Si ello fuera obra de tu amor, sería mucho; si es un efecto de tu cortesía o de tu piedad, I can’t decently accept it. Living or even saving a human being is a full time job and it can hardly, I think, be succesfully undertaken at odd moments. Pero… ¿a qué traficar en reproches, que son mercancía del Infierno? Estela, Estela, quiero estar silenciosamente contigo. Ojalá no faltes hoy en Constitución.

*Si es un efecto de tu cortesía o de tu piedad, no puedo decentemente aceptarlo. Amar o incluso salvar a un ser humano es un trabajo de tiempo completo, y no puede ser, creo, exitosamente desarrollado en momentos perdidos.

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