miércoles, 6 de octubre de 2010

Inundación

Recuerdo que aferré mis chatitas verde manzana para no perderlas y arrastré uno a uno mis pies con toda mis fuerzas. En mi camino, se atravesaron hojas de árboles, envoltorios, cordones de vereda, pequeños y grandes pozos, imposibles de ver, y vaya uno a saber cuántas cosas más habré pisado. ¿Por qué se me habrá ocurrido salir del trabajo junto a mis compañeras bajo este caos climático? pensaba.
Estaba impaciente e histérica. Quedé asombrada ante tanta agua que emergía constantemente de las rejillas y no cesaba. La avenida Santa Fe era lo más similar a un enorme lago. Se formaron pequeñas olas que golpearon abruptamente los comercios de la zona. Desconsolados, los comerciantes luchaban para detener la corriente y se las ingeniaban para evitar que su trabajo se arruinara en cuestión de segundos.
Algunos se reían de nosotras y no se qué les causaba tanta gracia si en definitiva nos encontrábamos en las mismas condiciones. Habrán visto mi pelo revolucionado, la pintura corrida, y una vestimenta poco adecuada para ese día. Que desconsiderados pensé.

-          ¿Qué pasó con la entrevista, la cancelaste?
-          Mirá como estoy.
-          Estamos para la foto.

Mi cuerpo comenzó a hacer fuerza tratando de esquivar tanta cantidad de agua que obstruía el camino y se estremecía entre mi ropa logrando que me enfriara. Literalmente me sentí empapada. Tanteaba con los pies logrando así encontrar el cordón de la vereda e incluso llegué a cruzar la calle junto a una señora que tenía miedo de caerse.
Hasta ese entonces, el agua ya marcaba mi cintura. Fue en ese instante en que daba gracias a dios por ser alta.
Las paradas de colectivos estaban bloqueadas. Las calles transversales eran imposibles de acceder. Mi fastidio comenzó a aumentar y el frío no nos dejó pensar. Comencé a sentir un poco de miedo. No podía comunicarme con mi familia y para colmo mi teléfono se rebeló; decidió quedarse sin batería.

-          Hace un instante se me acercó un fotógrafo de Clarín. Nos ofreció llevarnos a nuestras casas.
-          Genial. ¿Confiamos en él?
-          Es la única forma de salir.

Mis jeans se volvieron cada vez más pesados y fríos. Ni siquiera podía mirar en qué condiciones se encontraban mis chatitas. Sólo me concentraba en no perderlas.

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